El antiguo baul de mi abuelo

Mi abuelo el ebanista tenía su taller en la casa, del que recuerdo más las virutas de madera que salían de una máquina hermosa, por donde pasaban las burdas tablas e iban adquiriendo nuevas formas, más suaves, menos rugosas.

Esas virutas eran mi espacio de recreo, quería esconderme entre ellas, me parecían suaves y cálidas y podía pasar mi día entero jugando con ellas, llenando bolsas plásticas con ellas, como si se tratara de tesoros invaluables.

Mi abuelo, tenía la profesión más hermosa del mundo, pero no quería que nadie la continuara, ni sus hijos, ni sus nietos.


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